PROLOGO
Fue en el año 1960 cuando por primera vez viajé a la imponente región del Alto Orinoco, vasto territorio de ríos y selvas que se extiende al sur de Venezuela y, a la propia región de los Guaica, en el 62. El primer viaje lo pude realizar satisfactoriamente, gracias a las frases de estímulo y la ayuda recibida del Ilustrísimo Monseñor Dr. Segundo García, Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho, y a las facilidades que amablemente me brindó el señor Dr. h. c. Pablo J. Anduze, entonces Director del Centro de Coordinación Indigenista con sede en Isla Ratón, dependencia oficial de la Comisión Indigenista Nacional del Ministerio de Justicia, como también por parte del entonces Secretario de dicho Centro, Sr. Edgardo González Niño, quien muy complaciente nos acompañó y guió.
Desde principios del año 66, viajé con frecuencia al Alto Orinoco, pero entonces en un avión bimotor piloteado por el Capitán Jorge Aróstegui y utilizando como base la pista de aterrizaje de Ocamo. Así fue como pude conocer la vasta región desde el aire y fotografiar tanto vistas fijas como películas de aspectos y sitios que ofrecían especial interés para mí, cosa que me fue posible hacer dada la gran pericia demostrada por el Capitán Aróstegui en los vuelos y en la medida que el tiempo, caprichosamente variable, lo permitía. ¡Cuántas veces hubimos de regresar con resultados negativos!
El Capitán Aróstegui, también, dejaba en tierra la avioneta para participar personalmente en la programación y realización de las expediciones que emprendíamos por agua y por tierra en esas remotas selvas. Asimismo, fue muy útil y eficiente su colaboración tanto en lo que respecta a la toma de fotografías y películas, como en la preparación del presente libro.
Debo dar las gracias, por otra parte, a las Misiones Salesianas, y en especial al Ilustrísimo Monseñor Dr. Segundo García, antes nombrado, y a los Reverendos Padres Inspector Castillo y Fontana por sus ayudas, como también al Rev. Padre Coceo quien me facilitó valiosos datos de interés etnográfico, mereciendo también nuestra gratitud los Revdos. Padres Berno y Sánchez, todos misioneros salesianos.
También la hago extensiva al Hermano Iglesias, a quien debo el haber podido hacer los primeros contactos con los indios GUAICA del Raudal Guaharibo arriba. Y es de señalar en esta oportunidad nuestra admiración por su destreza en el manejo de las embarcaciones en aguas tan difíciles para navegar como son las de esta remota zona.
A mi excelente amigo el eminente ecólogo Dr. Volkmar Vareschi, le estoy muy agradecida por haberme facilitado, como lo había hecho anteriormente en relación con mis películas documentales, todos los datos botánicos a que se hace referencia en el presente libro. Y al Dr. Johannes Wilbert, antropólogo, manifiesto mi gratitud por haberme facilitado desde hace ya muchos años, valiosos datos acerca de nuestra población autóctona.
A los señores Profesor José M. Cruxent, Capitán Félix Cardona Puig y don Teodoro Rhode y al señor Dr. Hilario Itriago, por la ayuda que me brindaron muy amablemente en relación con facilidades de diverso orden, para el mejor logro de mis propósitos.
Finalmente, debo reconocer a mi hija Elke mucho mérito por su espontánea colaboración en todo momento, pues varias veces me acompañó en mis expediciones al Alto Orinoco, participando también eficazmente en la realización de las múltiples y complejas tareas que ha originado la preparación de este libro.
Si he omitido aquí a otras personas — han sido muchas las que en una u otra forma me brindaron su ayuda incidental — no por ello está ausente mi gratitud hacia todas ellas en mi emoción al ver concluida mi obra.
Caracas: Diciembre de 1968.
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Dr. med. Inga Goetz
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